Escribo este post con la única intención de dar mi opinión acerca de la nueva situación en la que se encuentran, en nuestro país, los antiguos “agentes FIFA” (no muy acertada denominación por cierto), hoy intermediarios, fruto de la nueva normativa dictada por FIFA, que trata de regular la actividad de éste colectivo y que entró en vigor el pasado mes de abril.
“Much ado about nothing” o como diríamos por estos lares, mucho ruido y pocas nueces. La regulación, tan esperada por este colectivo profesional, trae pocas novedades y ninguna de ella sustancial.
No es objeto del presente comentario el analizar el contenido de la misma, pues ya hay muchos compañeros que la han analizado en distintos foros, sino más bien su finalidad, lo que hay detrás de la misma. Los intermediarios, son un colectivo nada cómodo para la FIFA, y por extensión para confederaciones o federaciones nacionales de los distintos países.
En mi opinión, FIFA ha dictado un reglamento con la única finalidad de callar las bocas que desde distintos ámbitos, incluida EU, pedían una urgente regulación de estos profesionales, dada la conflictividad que efectivamente ha surgido en el pasado alrededor de ellos. El resultado es claramente descafeinado, no creyendo quien suscribe, que la presente normativa vaya a acabar con los problemas que, cuando menos, teóricamente pretendían atajar. Siguen siendo una figura sin regulación en nuestro derecho, dejando a salvo los reglamentos internos federativos, y poca cosa más.
A mi juicio, el colectivo entero de intermediarios ha pagado los abusos de unos pocos. Como en todos los colectivos, hay buenos, no tan buenos, e incluso malos profesionales. Sin embargo, como en todos los colectivos, es un error generalizar.
Para el público en general ser agente o intermediario es sinónimo de mucho dinero y no demasiado trabajo; de poder, lujosos trajes, coches y despachos. Sin embargo ni mucho menos todos los intermediarios son Jorge Mendes. Por el contrario, la profesión de intermediario requiere mucho trabajo, muchas horas de pasillos, vestuarios, gradas, familiares, y no menos costes en viajes, contratos, negociaciones, asesoramiento e inversiones muchas veces no recuperadas. Siendo además su trabajo absolutamente necesario para que el gigantesco engranaje de éste deporte siga funcionando, y para el bien, tanto de los jugadores como de los clubes, del mundo del fútbol en definitiva.
Como reza el título del post, los agentes son esos incómodos invitados que habitan en los alrededores, o en las afueras del mundo del fútbol, y a los que sólo se necesita para que aporten su pequeña parte (en forma de cuota) a las federaciones respectivas. La máxima organización del fútbol mundial, lejos de acoger a estos profesionales en su seno, los mantiene prácticamente donde estaban, en esa especie de limbo o tierra de nadie, como lo queramos llamar, aunque a éste respecto algún pequeño cambio sí ha habido.
No se ha tenido la intención, a mi juicio, de abordar problemas que acuciaban a la profesión, y éste Reglamento de intermediarios ha supuesto una oportunidad desperdiciada. Por ello, el futuro pinta igual que el pasado. Ojalá me equivoque.
Javier Pérez Villa